Un monólogo tragicómico sobre la perversión y manipulación social del lenguaje
Una joven profesora de la Facultad de Comunicación, María Casas, anuncia un día a sus alumnos por qué ha decidido dejar de impartir clases. Siente que “hemos pervertido el lenguaje”, porque “se aprende el lenguaje para decir otra cosa“, porque “cada uno escucha lo que quiere o lo que puede, y no en ese orden”.
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